Probablemente conozca a alguien que tenga como mascota a un hámster; de hecho, quizás usted mismo lo posea; uno o varios, y sin importar los colores, tamaños y edad, casi siempre, en cada jaula habrá una rueda de hámster. No creo que al hámster le importe mucho ejercitarse ni que esté consciente de los beneficios del ejercicio cardiovascular pero lo cierto es que usa su rueda con asombrosa regularidad; puede andar cientos de metros sin llegar a ningún lado ¡y parece feliz! Ya sea piense que entrena para los Juegos Olímpicos o que este ejercicio lo mantenga en forma, lo cierto es que el hámster camina y camina sin parar; da vueltas en el mismo sitio sin avanzar. En varias ocasiones nos encontramos en situaciones parecidas; nos quedamos dando vueltas en un mismo trabajo; giramos alrededor de un contexto laboral en el que sentimos que no avanzamos; pasan los años y estamos en el mismo sitio; caminamos y caminamos sin avanzar y aún peor: no le encontramos sentido a lo que hacemos; es una especie de rueda sin fin emocional. En algunas ocasiones, durante el desarrollo de cursos o consultorías, he podido conversar con muchos profesionales de los más diversos campos y frecuentemente aparece el tema de la insatisfacción laboral; “no me siento bien en este trabajo, pero pago las cuentas”, “ojalá pudiera irme a otro lado”, “ir camino al trabajo es el peor momento del día”, “Siento que no aprovecho mis capacidades” y cosas por el estilo. Es como si se tratara de una tortura consentida, de un sacrificio aceptado. Giramos alrededor de un contexto laboral en el que sentimos que no avanzamos; pasan los años y estamos en el mismo sitio; caminamos y caminamos sin avanzar y aún peor: no le encontramos sentido a lo que hacemos; es una especie de rueda sin fin emocional. Por la mente de estos profesionales tarde o temprano pasa la idea de emprender algún negocio; no estoy muy de acuerdo con aquello de “renuncia y persigue tus sueños” que sugieren algunos gurús de la motivación; me parece que podría ser útil en ciertos escenarios, pero en la mayoría de las ocasiones es poco práctico sobre todo en contextos en los cuales concretar un emprendimiento conlleva un determinado periodo de tiempo y condiciones de incertidumbre. Así las cosas, en este momento usted podría pensar “bueno, este tipo me dice que estoy en una rueda pero que tampoco puedo renunciar y salirme de ella, ¿entonces que hago?”. No soy amigo de definir las cosas como blanco o negro; es decir no podemos quedarnos anclados en aquello de “aguanto sin esperanza” o “me lanzo al vacío sin red”; me parece que debemos gestionar nuestras carreras profesionales y emprendimientos tomando en consideración las oportunidades y riesgos más relevantes. Generalmente la literatura empresarial resalta a emprendedores que tuvieron éxito renunciando a un trabajo tedioso y poco significativo y así poco a poco se ha ido construyendo la imagen de una especie de superhéroe que todo lo puede; solo se necesita correr el riesgo y el resto se da por sí solo; revisemos lo que dice al respecto Adam Grant en su libro Originales: “Quiero desacreditar el mito de que la originalidad requiere correr riesgos extremos…en todas las áreas desde los negocios y la política, hasta la ciencia y el arte, las personas que mueven el mundo con ideas originales rara vez son modelos de convicción y compromiso…pueden parecer audaces y seguros de sí mismos, pero cuando uno escarba un poco, la verdad es que ellos también sienten miedo, ambivalencia y dudas. Y aunque parecen anhelar el riesgo, realmente prefieren evitarlo”. El mencionado autor cita algunos ejemplos: -Phil Knight, ex estrella de atletismo, comenzó a vender zapatos deportivos en el maletero de su coche en 1964, pero siguió trabajando como contable hasta 1969. -Steve Wozniak fundó la compañía con Steve Jobs en 1976, pero continuó trabajando tiempo completo como ingeniero en Hewlett-Packard hasta 1977. -El ganador del Grammy John Legend lanzó su primer álbum en 2000 pero siguió trabajando como consultor de gestión hasta el año 2002. -Stephen King trabajó como profesor, conserje y bombero en estaciones de gasolina durante siete años después de escribir su primer cuento; solo abandonó su trabajo un año después de que su primera novela, Carrie, fuera publicada. -Scott Adams, el autor de Gilbert, trabajó en Pacific Bell durante siete años después de que su primera tira cómica saliera publicada en los periódicos. -Pierre Omidyar creó eBay, pero continuó trabajando como programador durante los siguientes nueve meses, y renunció solamente cuando su creación le produjo más dinero que su empleo. Se menciona además que, entre 1994 y 2008, Joseph Raffiee y Jie Feng monitorearon a un grupo de más de cinco mil estadounidenses que se fueron convirtiendo en empresarios con el objetivo de responder a la siguiente pregunta: cuando la gente comienza un negocio, ¿le conviene mantener o abandonar su empleo? Según estos investigadores los emprendedores que mantuvieron sus empleos tenían un 33% menos de probabilidad de fracaso que quienes lo abandonaron. Pero lo realmente relevante no es posicionar una u otra idea, renunciar o mantenerse en el empleo pues cada caso es especial; lo interesante es que un emprendedor tiene la alternativa de gestionar su negocio como si fuera un portafolio de riesgo. Según estos investigadores los emprendedores que mantuvieron sus empleos tenían un 33% menos de probabilidad de fracaso que quienes lo abandonaron. Quienes se desarrollan en el campo de las finanzas conocen muy bien el concepto; supongamos que usted tiene cien mil dólares y desea invertirlos; básicamente dispone de dos opciones: instrumentos de renta variable y de renta fija. Los instrumentos de renta variable (las acciones son un ejemplo típico) son intrínsecamente riesgosos pues no aseguran una renta fija determinada, pero pueden otorgarles grandes ganancias (o grandes pérdidas) dependiendo de múltiples factores tales como los resultados financieros de la empresa, la situación de la economía del país o el comportamiento de los mercados bursátiles. Por otro lado, los instrumentos de renta fija (los bonos, por ejemplo) definen de manera clara la ganancia que el inversionista va a obtener con toda seguridad. Lo ideal sería mantener un portafolio de inversiones equilibrado con los dos tipos de instrumentos aprovechando la seguridad que proporciona el uno y la potencial ganancia que da el otro. Adam Grant manifiesta: “…tener seguridad en un área nos da libertad para ser originales en otra. Al cubrir financieramente nuestras bases, escapamos a la presión de publicar libros medio cocinados, vender arte de media calidad o lanzar negocios no probados”. Llegado el caso el emprendedor podría también construir un portafolio de riesgo equilibrado; obtener cierta estabilidad con un empleo e ingreso fijos y emprender un negocio que le proporcione potenciales ganancias; es como si tuviéramos un pie en lo seguro y el otro en lo probable, claro está, hasta que el emprendimiento pueda darnos la oportunidad de dedicarnos exclusivamente a él.
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